lunes, 4 de junio de 2012

Si en un tiempo pasado un famoso entrenador argentino deleitó a sus seguidores con la afirmación de que "el fútbol es un estado de ánimo", hoy, yo, una simple maestra de primaria me atrevo a afirmar que "la vida es un estado de ánimo". La vida en sí, esa corriente en la que nadas a contracorriente o te dejas llevar aceptando la orilla a la que te lleva. No me refiero a las circunstancias en las que vas pasando los días, me refiero a esa sensación de plenitud en la que, a veces, nos encontramos. Son esos momentos en los que parece que el mundo está diseñado exactamente para que tú transcurras por él, libre de cargas y pesadumbres. Los niños son para mí "la vida" así entrecomillada. En ellos descubres lo que tu alma te dice en silencio: vive ahora. Ellos viven y contagian su espontaneidad, su auténtica realidad, sin disfraces ni caretas aunque disfruten cada instante como si estuviesen celebrando un carnaval infinito. El estado de ánimo de los niños hace que el sol brille o la niebla lo entristezca todo. Todo lo que para mí es importante. La vida.